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Mar, 21, 2006


 

 

 

 

 

 

QUE NADA TE DETENGA

  Cuando yo era chico me encantaban los circos y lo que más me gustaba eran los animales, de todos ellos el que más llamaba mi atención era el elefante.

  Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

  Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de tajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

  El misterio es evidente: ¿Por qué no huye si aquello que lo sujeta es tan débil comparado con su fuerza? Cuando tenía cinco o seis años, pregunté a varias personas por el misterio del elefante y alguien me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

  Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

  Hace algunos años descubrí que alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:

  "El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño".

  Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvía a probar, y también al otro y al que seguía...hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso no escapa porque CREE QUE NO PUEDE.

  El tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... Jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

   A veces, cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas "no las podemos hacer" simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos. Grabamos en nuestro recuerdo "no puedo... no puedo y nunca podré", perdiendo una de las mayores bendiciones con que puede contar un ser humano: la FE EN UNO MISMO.

  La única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento TODO NUESTRO CORAZÓN y todo nuestro esfuerzo.

Brinco al inicio

 

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