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Dic. 01, 2006


 

 

 

 

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La clave de la eficacia: Orden (II)

Distinguir entre lo urgente y lo importante,

he ahí la clave.

Aprender a organizarse

Siguiendo el esquema propuesto por Stephen Covey, pueden distinguirse cuatro fases o generaciones en cuanto al modo de administrar el tiempo.

1.       Aquellos que elaboran listas de tareas pendientes y con ellas toman conciencia de lo que les queda por hacer. Sin embargo, es un esquema de organización muy pobre, puesto que la mayoría de las veces la distribución del tiempo viene impuesta externamente por la mera sucesión de los acontecimientos.

2.       Son aquellos que intentan mirar un poco más adelante, y se programan mediante el uso de la agenda: van anotando acontecimientos, compromisos y proyectos de actividad futura, en la medida en que su tiempo les permite darles cabida, no pueden valorar debidamente las prioridades: son simples distribuidores de tiempo.

3.       Esta suma a las dos precedentes la idea de establecer prioridades. Se centra en la necesidad de fijarse unos objetivos, con sus correspondientes plazos, y de acuerdo con ellos se prepara una planificación diaria que alcance la mayor eficiencia. La clave está en ordenar la agenda con arreglo a las prioridades.

4.       La cuarta generación, que da aún un paso más, en vez de organizar el tiempo, procurar organizarse a uno mismo, distinguiendo lo importante de lo urgente.

 Hay tareas que, por su naturaleza, necesitan una atención inmediata. Son cosas urgentes que actúan sobre nosotros de forma imperiosa. Lo malo es que muchas veces carecen de importancia y nos desorganizan. Ante lo urgente, reaccionamos; ante lo importante, no siempre.

Las cuestiones importantes pero no urgentes requieren más iniciativa, más esfuerzo, más reflexión personal, y es fundamental centrar en ellas la organización personal: hemos de actuar creativamente, no simplemente reaccionar ante lo que ocurre. De lo contrario, nuestra vida se verá desviada con mucha frecuencia hacia lo urgente no importante, pues, curiosamente, las tareas más entretenidas y que más nos reclaman son precisamente ésas.

Hay también muchas otras tareas que son urgentes e importantes a la vez. Para mayor claridad, las posibles tareas que una persona puede hacer se podrían distribuir en cuatro cuadrantes, según su grado de urgencia e importancia:

 

                                          Más urgentes                         Menos urgentes

Más importantes            I. Importante y urgente            II. Importante no urgente

Menos importantes     III. No importante y urgente      IV. No importante ni urgente

 

Está claro que las tareas no se dividen de modo tajante en, pero podemos considerar ahora que todas pudieran clasificarse dentro de estos cuatro cuadrantes.

En un día cualquiera de la mayoría de las personas, suele haber bastantes tareas del cuadrante I, o sea, urgentes y que además tienen importancia. Pero es importante que se organicen de modo que esas tareas urgentes e importantes no llenen su día por entero. Lo urgente e importante consume y agota la vida de muchas personas. Cuando uno centra su vida en el cuadrante I (en lo urgente e importante), ese cuadrante va creciendo cada vez más, hasta que nos domina por completo.

Es necesario pensar en cómo nos organizamos: más que orientarse hacia los problemas, es preciso tomar la iniciativa y dirigirse hacia las oportunidades, no dejarse organizar por los problemas. De esta manera, se puede lograr reducir el tamaño del cuadrante I, o sea, disminuir el número de tareas urgentes e importantes de cada día, de modo que éstas puedan atenderse bien, pero dedicando suficientes energías al cuadrante II (el de lo importante no urgente), que ha de ser el espacio más amplio en una persona debidamente organizada.

Avanzar en el modo organizar del tiempo es efectivamente un reto tan difícil como importante ya que  corremos el grave peligro de dejar de hacer muchas cosas, aun siendo muy importantes para nosotros, por el sencillo hecho de que no reclaman de modo imperioso nuestra atención.

La próxima semana aprenderemos a como decir “no” sin perecer en el intento.

 Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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