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Feb. 08, 2007


 

 

 

 

 

 

El papá del siglo

Una historia real de lo que puede llegar a hacer el amor de un padre

Extracto de Sports Illustrated por Rick Reilly

Colaboración de Gisela Gutiérrez Ramos

 Dick Hoyt, de Massachuset USA, ha empujado a su hijo minusválido, Rick, en ochenta y cinco maratones. No solamente ha empujado su silla de ruedas, también lo ha jalado sobre una lancha nadando 24 millas y pedaleando su bicicleta por 112 millas mientras Rick está en los manubrios … y todo en un mismo día.

Dick también lo ha jalado mientras esquiaba en terrenos montañosos, lo ha llevado en su espalda mientras escalaba montañas, y hasta incluso una vez lo jalo mientras recorría los Estados Unidos en bicicleta. ¿Y que ha hecho Rick por su padre?... no mucho, solo salvar su vida.

Esta historia de amor comenzó hace 43 años, cuando Rick se enredó en su cordón umbilical lo que lo dejó con severos daños cerebrales y sin poder mover sus extremidades al nacer.

“Va a ser un vegetal el resto de su vida, intérnenlo en una institución”, fue lo que le dijeron a Dick y a su esposa Judy cuando Rick tenía 9 meses.

Pero los Hoyt no se conformaron con ese consejo.  Ellos notaban que Rick los seguía con su mirada mientras caminaban por la habitación.  A la edad de 11 años llevaron a Rick al departamento de Ingeniería en la Universidad de Tufts y preguntaron si había algo que pudieran hacer para ayudar al niño a comunicarse.  “De ninguna manera,” fue lo que le dijeron a Dick.  “No hay actividad en su cerebro.” 

“Cuéntenle un chiste”- les contestó. Lo hicieron y Rick sonrió.

Le adaptaron una computadora con la que finalmente Rick pudo comunicarse con sus padres. Sus primeras palabras fueron : “¡Arriba los Bruins!”

Después una escuela organizó una carrera en honor de un compañero que después de tener un accidente había quedado paralítico y Rick dijo, “Papa, quiero participar.”

¡Si como no!  ¿Como iba a ser que Dick, alguien que se describía como perezoso, y que jamás había corrido mas de una milla, fuera a empujar a su hijo por cinco millas?  “Desde ahí fui yo el minusválido,” dice Dick.  “Estuve adolorido por dos semanas.”

Ese día cambio la vida de Rick:  “Papa,” escribió, “cuando corríamos, sentí que ya no era minusválido.”  Esa frase cambio la vida de Dick.  Se dedicó a darle a su hijo ese sentimiento lo más frecuente posible.  Se preparó y obtuvo una gran condición física para estar listos para intentar el Maratón de Boston de 1979.

A los Hoyt no les permitieron participar pues no cabían en la categoría individual ni en la de silla de ruedas, pero durante varios años ellos corrían con la multitud hasta que encontraron la forma oficial de participar en la carrera de 1983 y corrieron tan rápido que calificaron para entrar en la carrera del año siguiente.

Entonces alguien sugirió, “Oye Dick, por que no intentas un triatlón?”  ¿Como iba un tipo que no sabia nadar y que no se subía en una bicicleta desde los seis años, traer a su hijo que pesaba 110 libras a un triatlón?  De todas maneras, lo intentó.  Ahora ya han hecho 212 triatlones.

“Oye Dick, ¿y por que no intentarlo tu solo?” “De ninguna manera,” comenta.  Él lo hace solamente por ese ‘grandioso sentimiento’ que siente cuando ve a su hijo sonriendo de oreja a oreja mientras corren, nadan, o pedalean juntos.

En 1992, con 65 y 43 años terminaron en el lugar número 5,083 de más de 20,000 competidores.  Su mejor tiempo. Dos horas, cuarenta minutos, solo 35 minutos detrás del líder, que si por no lo saben, era alguien que no empujaba a nadie durante la carrera.

No hay duda,” escribe Rick.  “Mi papá es el papá del siglo”

Pero Dick también obtuvo algo de todo esto.  Hace dos años sufrió un ligero paro cardiaco durante una carrera.  Los doctores encontraron que una de sus arterias estaba tapada al 95%.  “Si no tuvieras esta gran condición física,” le dijo el doctor, “probablemente hubieras fallecido hace 15 años.”  En cierta forma, ambos se salvaron la vida. 

Rick, vive ahora en su propio apartamento (con cuidado casero) y trabaja en Boston, y Dick, retirado del ejército, vive en Holland, Mass., ellos siempre encuentran forma para estar juntos,  dan conferencias alrededor del país y compiten en alguna carrera cada fin de semana.

Esta noche, Rick pagará la cena como regalo, pero lo que más le gustaría darle es algo que no puede comprar.

 “Lo que mas me gustaría,” escribe Rick, “es que mi papá se siente en mi silla y yo lo empuje una sola vez.”

Honor a quien honor merece, esta hermosa historia va dedicada a todos los padres de familia que día con día realizan sus pequeños o grandes actos heroicos por el bien de sus hijos y su familia. ¡Felicidades a todos! Aunque no sea día del padre. A continuación vean un video de este maravilloso padre: Dick Hoyt

http://www.youtube.com/watch?v=f4B-r8KJhlE

  Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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