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                Mar. 20, 2007    Boletín No. 262


 

 

 

 

PREADOLESCENTES: AUTORIDAD Y LIBERTAD. V

Si una corrección no produce la mejora personal, no tiene razón de ser.

Tomado de la colección "Hacer Familia”

La reprensión

Es llamativa la autoridad natural de quien rara vez se enfada. Suelen ser personas con una serenidad y un dominio de sí mismos que resultan atractivos e infunden respeto.

Lo normal es que una reprensión se pueda hacer estando de buenas, y en ello va gran parte de su eficacia. Hay que tener sensibilidad para:

·  escoger el momento adecuado;

·  buscar unas circunstancias que no humillen;

·  procurar hablar a solas y estando de buen humor;

·  ponerse en su lugar;

·  dejarle una salida airosa;

·  saber intercalar unas palabras de afecto que alejen cualquier impresión de que se corrige por disgusto personal;

·  mostrar la convicción de que va a mejorar y corregir la conducta inadecuada.

La inoportunidad y la falta de diplomacia son errores graves. Nada conseguirá un padre o una madre que reprenda a sus hijos a gritos, dejándose llevar por el mal genio, amedrentando, imponiendo castigos precipitados, haciendo descalificaciones personales o enmiendas a la totalidad, o sacando trapos sucios y antiguas listas de agravios. Si no somos educados al corregir, no estamos educando.

Recuerdo el caso de un muchacho al que el miedo aterrador a sus padres llevó a una fabulosa sucesión de mentiras, tejiendo un verdadero castillo de naipes que acabó finalmente por caer, con un elevado costo familiar. El caso es que los motivos que el muchacho daba para haber hecho todo eso eran quizás injustificados, pero comprensibles.

El mal genio de sus padres, los castigos irreflexivos y desproporcionados, y los repetidos disgustos familiares que cualquier tontería provocaban, acabaron por retraerle con un miedo que para él, a esa edad resultaba insuperable.

La versión de los padres era sobrecogedora y sin margen alguno para reconocer su propio error. Toda su existencia había sido un continuo querer llevar la razón y dejarse arrastrar por el mal genio y la amenaza, y en absoluto querían esforzarse por comprender a su hijo.

No estaban acostumbrados a atenerse a razones y tuvo que encargarse el paso del tiempo bastante tiempo de hacérselo ver. La vida les hizo sacar experiencia de lo conveniente que es facilitar la sinceridad si se quiere sinceridad, y de no escandalizarse tontamente por lo que ellos mismos habían propiciado.

La precipitación al castigar produce injusticias que a los chicos les parecen tremendas. Es mejor tomarse el tiempo necesario para oír las dos campanas o más, si es el caso, conocer la fiabilidad de cada versión, cerciorarse de la culpabilidad de cada uno, y entonces, ya serenos y con elementos de juicio, decidir lo más oportuno.

Y hay otro elemental principio jurídico, que ya recogía del Derecho Romano que puede aplicable al entorno familiar:  No se puede juzgar a nadie sin haberle antes escuchado.

A pesar de lo evidente que resulta y de lo antiguo de su origen, se olvida con frecuencia.

La próxima semana veremos como crear un ambiente de confianza y libertad para ejercer la autoridad asertivamente.

 Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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