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                Mar. 27, 2007    Boletín No. 267


 

 

 

 

PREADOLESCENTES: AUTORIDAD Y LIBERTAD. VI

Cómo desarrollar un  clima de confianza y libertad para ejercer la autoridad asertivamente.

Tomado de la colección "Hacer Familia”

Comprender. Facilitar la sinceridad

Si el niño se siente frecuentemente reprendido y, por el contrario, casi nunca son reconocidos o recompensados sus actos meritorios, ante esa insensibilidad de los padres, van desapareciendo poco a poco en él los deseos de hacer cualquier cosa positiva. Llevado a su extremo este torpe planteamiento, el chico puede llegar a pensar que lo mejor es no hacer nada, porque haciendo cualquier cosa lo único que logrará es exponerse a recibir una nueva bronca.

Si el niño reconoce la culpabilidad de una determinada falta, y esto no supone la disminución del castigo aplicado, cada vez le costará más ser sincero. Aun a costa de arriesgarse a dejar impunes algunas faltas, los chicos han de saber que una falta declarada es una falta casi perdonada.

Hay que apoyar con los hechos eso de facilitar la sinceridad, y saber ser a un tiempo exigente e indulgente. Esos padres que después de exigir sinceridad se enfadan o se asustan ante ella, obtienen como premio una merecida desconfianza por parte de sus hijos.

Los padres deben enseñar al chico a:

  • Que diga siempre la verdad, aunque le cueste. Debe saber que siempre será perdonado y, además, que cuando es sincero será raro que le castiguen.

  • Que cuente con confianza a sus padres las preocupaciones que tenga. Al hacerlo, debe encontrar en ellos afecto e interés, aunque les parezcan cosas sin importancia.

  • Que sepa que no se miente, ni con la excusa que será falsa de conseguir algo bueno. Tampoco en los juegos: que no sea tramposo.

·        Que comprenda que la sinceridad en la familia, en el colegio o entre los amigos contribuye a crear un ambiente de alegría y libertad.

La reprensión exige estar a solas, aunque eso suponga esperar. Es difícil que el chico reconozca su mala actitud o sus errores si lleva aparejada una confesión casi pública. Actuar así es facilitar que añada nuevas mentiras, y un enfado casi seguro. La reprimenda pública suele ir acompañada de humillación, y él tiene un fuerte sentido del ridículo.

A esta edad son muy finos observadores y advierten cuándo en sus padres hay celos, envidia, soberbia, afán de imponerse o de figurar, y entonces la posibilidad de influir positivamente sobre ellos baja enormemente. Para que la palabra de los padres tenga prestigio y obtenga el efecto deseado es necesario esforzarse por hacer a un lado el propio orgullo.

La falta de interés también les entristece mucho. "Mis padres no me entienden. Fíjese, ayer, llegué todo contento a casa porque me había salido muy bien el examen, y no me hicieron ni caso; seguramente tendrían cosas más importantes de que preocuparse que de mí".

Combate día a día esa falta de sensibilidad que tenemos los padres, debido muchas veces a las preocupaciones diarias, y observa sus gestos positivos. Descubre a tu hijo haciendo algo bien y elógialo.

Hemos terminado con este la serie de artículos sobre el manejo de la autoridad y la libertad con los preadolescentes.

 Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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