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www.emergencia.org.mx           May. 25, 2007    Boletín No. 309


 

 

 

 

 

¡Abrázame!

Autor desconocido

Lee Shapiro es un juez jubilado. Realmente es también de las personas más cariñosas que conozco. En un momento de su carrera se dio cuenta que el amor es el poder más grande que existe. Como resultado se convirtió en un “abrazador”. Comenzó ofreciendo a todos un abrazo. Sus colegas lo apodaron "el juez abrazador" (creemos que en oposición al "juez ahorcador"). La calcomanía de su auto dice: "¡No me ahorques! ¡Abrázame!"

Hace más de seis años Lee creó lo que llama su “kit abrazador”. En la parte de afuera se lee: "Un corazón por un abrazo". El interior contiene treinta corazoncitos rojos bordados, con cinta adhesiva en la parte posterior. Lee saca su kit de corazones para abrazar, se dirige a todas las personas y les ofrece un corazoncito a cambio de un abrazo.  Lee llegó a ser bien conocido por esto, y a menudo se le invita a conferencias y convenciones en las que compartía sus mensajes de amor incondicional.

Los diarios locales lo criticaron en San Francisco: Es fácil dar abrazos en la conferencia, a personas que seleccionaron para estar aquí, pero no dará resultado en el mundo real- le dijeron. Desafiaron a Lee para que saliera a dar abrazos en las calles de San Francisco Salió entonces a la calle seguido por un equipo de televisión de la estación local de noticias y se aproximó a una mujer que pasaba por allí

-Hola, soy Lee Shapiro, “el juez abrazador”. Estoy cambiando estos corazoncitos por un abrazo-le dijo.

-Seguro- replicó ella. -Demasiado fácil- dijo el comentarista local.

Lee miró alrededor. Vio una controladora de parquímetros que tenía dificultades con el propietario de un BMW, al que estaba multando. Se dirigió hacia ella seguido por las cámaras.

-Me parece que le hace falta un abrazo. Yo soy “el juez abrazador”, y le ofrezco uno -le dijo. Ella aceptó. El comentarista de la televisión lanzó un desafió final

-Mira, ahí viene un camión. Los conductores de camiones en San Francisco son las personas más rudas, toscas y malas de la ciudad. Veamos si consigues que éste te dé un abrazo. Lee aceptó el reto.

-Hola, soy Lee Shapiro, “el juez abrazador”- dijo al chofer cuando el autobús llego a la parada.

Este trabajo suyo tiene fama de ser el más difícil de todo el mundo. Estoy dando abrazos a las personas hoy día, para aliviarles un poco la carga... ¿quiere uno?

El conductor del camión, de 1.85 metros de altura y 105 kilos de peso, se levantó de su asiento, bajó a la calle y le dijo: ¿Por qué no? Lee le dio un gran abrazo, le entregó un corazón y se despidió con la mano cuando el camión se alejaba. El equipo que filmaba para la televisión estaba sin habla

-Tengo que admitir que estoy muy impresionado dijo finalmente el comentarista.

Un día, Nancy Johnson, amiga de Lee, se presentó en la puerta de su casa, utilizando su tradicional disfraz de payaso con maquillaje y todo, y le dijo:

-Lee agarra algunos de tus “kits del abrazador” y vámonos al hogar de los minusválidos.

Cuando arribaron al lugar comenzaron a repartir sombreros hechos con globos y brazos a los pacientes. Lee se sentía incómodo, nunca había abrazado a personas con enfermedades terminales, retardados mentales o parapléjicos.

Era definitivamente ponerse a prueba, sin embargo después de un momento se hizo fácil. Un grupo de enfermeras, doctores y camilleros seguían a Nancy y Lee de sala en sala. Varias horas más tarde entraron a la última sala. Estos fueron los peores treinta y cuatro casos que Lee había visto en toda su vida. La tristeza fue tan grande que se descorazonó. Pero estaba resuelto  a cumplir su compromiso de compartir su corazón y de hacer algo que valga la pena.

Nancy y Lee comenzaron su tarea por toda la habitación seguidos del personal médico, quienes tenían ya sus corazoncitos en la solapa, y los sombreros inflados en la cabeza. Finalmente, Lee fue hasta donde estaba Leonard, la última persona. Éste usaba una gran pechera blanca sobre la que babeaba. Lee miró a Leonard babeando sobre su pechera y con su mirada aparentemente perdida y dijo a Nancy:

- Vámonos, no hay modo de que podamos lograr hacer nada con él.

- Vamos Lee, le replicó Nancy, Él es también un ser humano, ¿no?

Entonces ella colocó un cómico sombrero inflado sobre al cabeza de él. Lee tomó uno de sus corazoncitos rojos y lo colocó en la pechera de Leonard, respiró profundamente, se inclinó y le dio un abrazo.

¡Ehhhh, Eeeeehh!! Comenzó a chillar Leonard de repente.

Algunos de los otros pacientes empezaron a aplaudir y otros a hacer ruido con todo lo que podían. Lee se asustó y volteó a ver al personal médico en busca de una explicación, sólo para descubrir que cada médico, enfermera y camillero estaba llorando.

-¿Qué pasa? preguntó a la jefa de enfermeras.

Lee no olvidará lo que ella dijo:

 -Ésta es la primera vez en 23 años que hemos visto sonreír a Leonard.

¡Qué sencillo es hacer algo que valga la pena en la vida de los otros!

 Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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