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www.emergencia.org.mx           Jul. 19, 2007    Boletín No. 348


 

 

 

 

 

El cuaderno rojo. Última parte

Colaboración: Rigoberto Villalobos

La última página, aquella del día en que había partido:

"Dios, ¿qué hice mal para que mi hijo me odie tanto? ¿Por que soy considerado culpable, si no hice nada, sino intentar transformarlo en un hombre de bien? Mi Dios, no permitas que esta injusticia me atormente para siempre. Que un día él pueda comprenderme y perdonarme por no haber sabido ser el padre que él merecía tener."

Después no había más anotaciones y las hojas en blanco daban la idea de que su padre había muerto en ese día, José Roberto cerró deprisa el cuaderno, el pecho le dolía. El corazón parecía haber crecido tanto, que luchaba para escapar por su boca. No vio al microbús entrar en la terminal, se levantó desesperado y salió casi corriendo porque necesitaba aire puro para respirar. La aurora rompía el cielo y un nuevo día comenzaba.

"Honra a tus padres para que los días de tu vejez sean tranquilos!" – alguna vez había oído esa frase y jamás había reflexionado la profundidad que contenía.

En su egocéntrica ceguera de adolescente, jamás había reparado para pensar en verdades más profundas. Para él, los padres eran descartables y sin valor, como los papeles que tiramos a la basura.

En aquellos días de poca reflexión todo era juventud, salud, belleza, música, color, alegría, despreocupación, vanidad. ¿No era él un semi-dios? Ahora, el tiempo lo había envejecido, fatigado y también hecho padre. De repente, en el juego de la vida, él era el padre con sus actuales respuestas.

¿Como no había pensado en eso antes? Seguramente por no tener tiempo, pues estaba muy ocupado con los problemas del trabajo, la lucha por la supervivencia, la sed de pasar fines de semana lejos de la ciudad, con ganas de ratos de silencio sin necesidad de dialogar con sus hijos. Jamás tuvo la idea de comprar un cuaderno de tapa roja para anotar una frase sobre sus herederos, jamás le había pasado por la cabeza escribir o decir que sentía orgullo de aquellos que continuarían su nombre.

Justamente él, que se consideraba el más completo padre de la tierra. La vergüenza casi lo tiró con una lección de humildad. Quiso gritar, tratando de agarrar al viejo para sacudirlo y abrazarlo,… encontró solo el vacío.

Había una raquítica rosa roja en el jardín de una casa, el sol terminaba de nacer. Entonces, José Roberto acarició los pétalos y recordó la mano de su padre podando, y cuidando con amor sus rosas. ¿Por qué nunca percibió todo esto antes? Una lágrima brotó como el rocío y levantando los ojos al cielo, de repente, sonrió y se desahogó en una confesión:

"Si Dios me mandara a elegir, juro que no querría haber tenido otro padre que no fueras tú, ¡mi viejo! Gracias por tanto amor, y perdóname por haber sido tan ciego."

 

HABLA, DISFRUTA, ABRAZA, BESA, SIENTE Y AMA A TODAS LAS PERSONAS QUE PUEDES VER Y TOCAR.

 ¡APROVECHA EL PRESENTE Y NO TE LAMENTES MAÑANA!

 

 Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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