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www.emergencia.org.mx           Ago. 29, 2007    Boletín No. 377


 

 

 

 

 

La comunicación (y las discusiones) entre los cónyuges. Parte II

Por Tomás Melendo

Director de los Estudios Universitarios sobre la Familia

Universidad de Málaga (UMA), España

No es cuestión de técnicas

Tal vez se comprenda entonces que la falta de comunicación no siempre representa un problema de desconocimiento de las técnicas pertinentes, como suele considerarse, sino que la mayoría de las veces deriva de la ausencia de un buen amor suficientemente maduro y desarrollado.

Por eso, en ocasiones, ante una situación familiar de aislamiento no basta con tomar nota del hecho y acudir a los prontuarios en busca de la «receta» presuntamente más adecuada. Mucho antes hay que plantear a fondo la pregunta: ¿por qué un marido y una mujer —el lector o la lectora y su cónyuge, si fuera el caso— han cerrado las vías de comunicación?

Y la respuesta, a menudo, frente a lo que se afirma casi por rutina, no irá en la línea de la incompatibilidad de temperamentos o de caracteres ni en la de las dificultades de expresión. Porque no es la palabra en sentido estricto, sino el amor, lo que establece la sintonía entre dos personas.

No hay que olvidar la estrechísima relación entre amor y éxtasis. El auténtico amor impulsa a salir de uno mismo, para asentar la propia morada en el corazón del ser querido: según San Agustín, «el alma se encuentra más en aquel a quien ama que en el cuerpo que anima».

Quien ama tiende a dar y a darse, se da de hecho, se «comunica» a la persona amada, entregándole —de todos los modos posibles— lo mejor de sí mismo: su propia persona. Y acoge libre y gozosamente cuanto le ofrenda aquel o aquella a quien quiere: también, en fin de cuentas, su persona.

Bajo este prisma, parece correcto resaltar como modelo de comunicación hondamente humana la que se establece entre una madre y el hijo que lleva en su seno. E incluso cabría hablar, con Carlos Llano, de una comunicación «que dista mucho de ser silenciosa: se constituye, al contrario, en una voz existencial magna y amplificada, aunque sea sin palabras, porque es —y las madres encinta lo saben bien— la donación de la vida».

… aunque también de técnicas

Con todo, se dan circunstancias en que la raíz del malestar estriba justo en que marido y mujer no saben comunicarse. Se quieren, pero les resulta difícil hacer al cónyuge consciente de ello: no son capaces de dar a conocer su amor. Por motivos diversos, que sería largo exponer, les cuesta hablar: abrir la propia intimidad, hacer al otro partícipe de sus sentimientos, ilusiones, afanes, dudas, preocupaciones…

Aunque se aman, no gozan de la habilidad para alimentar su afecto mediante la palabra… y pueden llegar a dudar de ese cariño y sentir que su amor se enfría.

En tales circunstancias, las técnicas sirven no tanto para suplir el amor (que en este supuesto sí que existe), sino para descubrirlo, para conocerlo cabalmente, desnudarlo de falsas apariencias que lo ahogan, desgranarlo y re-crearlo en un nivel más alto: para hacer re-nacer un amor antes como en ascuas, de modo que despierte los afectos y reavive la pasión amortiguada.

Con palabras más sencillas: las técnicas que un libro, el ejemplo de un matrimonio amigo o el consejo que un experto nos aporten, no pueden suplir un amor que no existe, pero sí ayudar a reconocerlo y descubrirlo más allá de la aparente anemia de la que parecía aquejado. Por eso es conveniente —imprescindible— superar la presunta impotencia y pedir auxilio en momentos de dificultad.

Continuará

  Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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