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www.emergencia.org.mx           Sep. 19, 2007    Boletín No. 392


 

 

 

 

 

La comunicación (y las discusiones) entre los cónyuges. Parte V

Por Tomás Melendo

Director de los Estudios Universitarios sobre la Familia

Universidad de Málaga (UMA), España

Reglas de comunicación

Volviendo a dejar claro que en definitiva no estamos solo ni principalmente ante un problema de técnicas, sino de amor y de mejora personal, intentaré, según he dicho, exponer algunas reglas sencillas para favorecer la comunicación entre los esposos:

Escuchar

Saber escuchar es la primera y tal vez más difícil condición para que pueda establecerse el diálogo. Y viceversa: no existe persona más interesante y simpática que quien sabe escucharnos.

(Por eso he comentado alguna vez, en tono de broma pero con una intención muy seria, que lo realmente importante no es ser un buen conversador —un buen «charlatán»—, sino un magnífico «escuchatán»… y también un experto «provocador» de confidencias, mediante la apertura de la propia intimidad o a través de las preguntas adecuadas, que despierten y faciliten en nuestro interlocutor la necesidad que todos tenemos de abrir a un buen amigo nuestra alma).

Por otra parte, para comprender los sentimientos y puntos de vista de nuestro interlocutor es menester intentar ponerse en su lugar; y esto supone:

1.    en primer término, tener muy en cuenta su modo de ser y las peculiaridades más hondas que lo caracterizan, así como las circunstancias propias del momento que está viviendo; y

2.    además, olvidarse de uno mismo y atender a lo que en cada instante nos dice y siente quien nos habla, en lugar de andar buscando ya mientras lo hace qué le vamos a contestar.

Es preciso abandonar los propios pensamientos y ocupaciones, saber mirar abiertamente a los ojos de nuestro interlocutor, esperar a que exprese lo que necesita comunicarnos y ser pacientes, manteniendo mientras conversa la atención centrada en aquello que nos está diciendo. Solo así cabe apreciar quién es el otro y qué desea transmitirnos. De lo contrario, resulta muy sencillo filtrar sus palabras y entender lo que esperamos oír de él o lo que más se adecua a nuestro humor.

Por eso, no sabe escuchar:

o · quien emite juicios de valor sobre lo que su interlocutor le está contando o discute acerca de ello;

o · el que interrumpe la conversación o completa las frases del otro, dando por supuesto que ya conoce lo que le pasa y adelantándose a exponerlo;

o · quien se distrae durante el diálogo, entreteniéndose u ocupándose en hacer otras cosas;

o · el que se apresura a dar soluciones, en vez de aguardar, suponiendo razonablemente que el otro es capaz de hallarlas por sí mismo, tal vez auxiliado por nuestras preguntas.

«Mirarse» mientras se habla

Como mera ejemplificación de lo que vengo apuntando, me gustaría poner de relieve que, en la comunicación auténticamente personal, la mirada franca y sincera representa una función de muchísima más categoría que la simple expresión oral.

Lo haré, por no alargarme y porque su planteamiento es en extremo penetrante y sagaz, siguiendo algunas indicaciones de Carlos Llano.

Continuará

  Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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