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www.emergencia.org.mx           Oct. 17, 2007    Boletín No. 412


 

 

 

 

Solicitud Urgente

Solicitamos sangre de cualquier tipo para la Srita. Jazmín Adriana Paz Prieto que se encuentra internada en el Hospital General (Por el Canal) a causa de un accidente en su hogar.

Es muy urgente ya que no le han podido controlar la hemorragia y está perdiendo mucha sangre.

Los posibles donadores favor de acudir a dicho hospital de 7:00 a 12:00 AM en ayunas, sanos, sin estar tomando medicamentos, no tatuados, no haber padecido hepatitis y las mujeres no estar menstruando.

Para mayor información por favor comunicarse con su hermana Janeth Paz prieto al cel. 152-4582 o al tel. 203-1427

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La comunicación (y las discusiones) entre los cónyuges. Parte VIII

Por Tomás Melendo

Director de los Estudios Universitarios sobre la Familia

Universidad de Málaga (UMA), España

Espíritu positivo

Si deseamos que nuestro cónyuge se corrija en algún detalle, es importante intentar hacerle las observaciones oportunas del modo más positivo posible, de forma que resulten más aceptables y no demasiado amargas.

Por ejemplo, en vez de espetar: «Eres un egoísta. No me harías un favor incluso aunque vieras que me estaba muriendo. Pero de tus cosas nunca te olvidas», podría decirse: «Tu descuido me ha causado pena. Estaba tan segura de ti. Para mí era tan importante…».

O en lugar de acusar: «Ayer me hablaste en un tono del todo improcedente», cabría insinuar: «Perdona, en la conversación de anoche perdí un poco los estribos, estaba nervioso y excitado… y conseguí sacarte también a ti de tus casillas».

Búsqueda sincera de la verdad

Como anunciaba, en la medida en que verse sobre cuestiones más de fondo, y sobre todo cuando se trate de resolver posibles problemas, el esfuerzo de comunicación entre los cónyuges no debe tender solo a manifestar lo que uno y otro sienten y piensan, sino también —y más aún— a descubrir la verdad del asunto que llevan entre manos y juntos pretenden esclarecer.

El objetivo radical de la comunicación es el conocimiento de la verdad, único modo eficiente de conjurar al tiempo el peligro de sentirse solos.

No se trata, por tanto, principalmente, de exponer lo que creen ver los sujetos dentro de sí, sino sobre todo cuál es la realidad de las cosas, externas e internas.

Y así, por acudir a un ejemplo bastante común, no sería suficiente que los padres llegaran al acuerdo de permitir al chico o a la chica de 12-13 años salir habitualmente las noches de los fines de semana y volver a casa al amanecer; como tampoco sería fruto de auténtica comunicación en la verdad acordar sin motivo justificado no acoger a los hijos que Dios quiera enviar durante los primeros años de matrimonio (o más tarde, como es obvio).

En los dos supuestos, la común decisión y concierto de la pareja atenta contra la naturaleza de la familia y no puede producir auténticos frutos de paz y alegría y hacernos efectivamente salir de nuestro aislamiento. Constituyen tan solo apariencias de comunicación, puesto que no dan a conocer la realidad ni se adecuan a su deber-ser.

En cualquier caso, conviene insistir de nuevo en que los esfuerzos positivos por establecer una cada vez más rica comunicación entre los cónyuges y por adaptar el propio modo de ser a los deseos y necesidades de nuestra pareja resulta un elemento clave para convertir el matrimonio en lo que debe ser: una aventura apasionante.

No es cosa fácil.

Como recuerda Federico Suárez, «hacer que dos personas de distinto sexo (lo que implica distinta psicología, distinto modo de discurrir y de ver las cosas, distinta sensibilidad), gustos desemejantes, carácter diverso —y a veces, contrario—, en ocasiones diferentes creencias o convicciones, acaben acoplándose de tal modo que se complementen a la perfección, es una hazaña que requiere algo más que saber lo que tienen que hacer para tener hijos y una vaga intuición sobre el modo de educarlos, pues reclama cierta dosis (a veces gran dosis) de comprensión, de paciencia con los defectos del otro (todos tenemos defectos) o con su modo de ser, abnegación, espíritu de sacrificio, sentido de la proporción…».

Continuará

   Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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