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www.emergencia.org.mx           Abr. 09, 2008    Boletín No. 533


 

El amor es lo que importa. Parte III

La gran aventura.

Por Tomás Melendo Granados *

La gran aventura

Y casi en el término de esa línea ascendente se sitúa el de la boda.

Como apuntaba, varón y mujer son seres-para-el-amor; y la culminación y mayor expresión de todo amor es la entrega. Cuando esa entrega es sincera, profunda, total y de por vida, ¿cómo no va a responder nuestra persona —¡a ese solo acto!— incrementando de una forma impensable su capacidad de querer?

¡Ahí se encuentra la razón antropológica más de fondo de la necesidad de casarse! El motivo más entusiasmante para decir un sí que nos permita iniciar la gran aventura del matrimonio: el camino que nos llevará hasta nuestra plenitud personal y nuestra felicidad.

¿Que eso suena demasiado utópico? ¡Qué lastima!, porque entonces no se comprende lo que es una aventura. Lo propio de ella es que:

  • · quienes la emprenden se pongan una meta alta, en apariencia inalcanzable, pero que vale la pena;
  • · no tienen ninguna seguridad de que van a alcanzar su objetivo; de lo contrario, ¿dónde queda la gracia de la aventura?;
  • · una vez que la inician, no permiten que las dificultades y los contratiempos, también los imprevistos, sofoquen la ilusión inicial ni les impidan recrearse en lo que ya han logrado;
  • · la mirada fija en el fin, en el triunfo hace que, a cada paso, renueven las energías —¡y las agallas!— para seguir adelante.

Si enfocamos de este modo el matrimonio, contando con las fuerzas que nos proporciona el habernos casado, será ciertamente un camino de rosas, en el que la apariencia y la fragancia de las flores logren que casi no advirtamos los pinchazos de las espinas (¡qué cursilada!, pero como no lo ha leído mi mujer…).

No lo será, sin embargo, si por ignorancia o dejadez o desprecio hemos decidido que la boda constituye un mero trámite y no nos hemos capacitado para querer con un amor relevante, aventurado y venturoso.

Por el contrario, si, mediante el matrimonio, conseguimos que lo importante sea efectivamente el amor, no cabe la menor duda de que ¡vale la pena casarse!

Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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