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www.emergencia.org.mx           Abr. 17, 2008    Boletín No. 539


 

El cirujano clandestino

Hamilton Naki murió el 29 de mayo de 2005 a los 89 años. La noticia no figuró en los periódicos pero su historia es una de las más extraordinarias del siglo XX.

La muerte de Hamilton Naki, condenado durante casi cuatro décadas al anonimato por su condición de negro, nos recuerda uno de los episodios más vergonzosos de la medicina moderna.

En la Sudáfrica racista del apartheid, donde se establecían diferencias en el sistema jurídico en función del color de la piel, fue Christian Barnard -sudafricano blanco- quien en 1967 recibió todos los honores por llevar a cabo el primer trasplante de un corazón humano. Pero fue Hamilton Naki quien retiró del cuerpo de la donadora el corazón para ser transplantado.

Este es un trabajo en extremo delicado, el corazón debe ser retirado y conservado con el máximo cuidado. Los asistentes a esta épica intervención quirúrgica que duró 48 horas recuerdan la delicadeza con la que Naki limpió el órgano de todo rastro de sangre antes de que Barnard volviese a hacerlo latir en el pecho del hombre al que iba a ser transplantado.

Pero, ¿qué hacía Hamilton Naki, un ciudadano de segunda, que había abandonado los estudios a los 14 años por necesidad, en medio de una de las operaciones más destacadas del siglo? Quizás las palabras del célebre Barnard, poco antes de su muerte, lo resuman: "Tenía mayor pericia técnica de la que yo tuve nunca. Es uno de los mayores investigadores de todos los tiempos en el campo de los trasplantes, y habría llegado muy lejos si los condicionantes sociales se lo hubieran permitido".

Naki era tal vez el segundo hombre más importante en el equipo que hizo el primer transplante cardiaco de la historia pero no podía aparecer en las fotografías del equipo porque era negro. Cuando apareció por descuido en una, el hospital informó que era un empleado de limpieza.

Nacido hacia 1926 en una aldea de El Cabo, en Sudáfrica, todo parecía condenarle -como al resto de sus compatriotas negros- a una existencia mísera en el cruel régimen del apartheid. Era el jardinero de la Escuela de Medicina de la Ciudad de El Cabo. Poco a poco, sus capacidades le fueron granjeando puestos de responsabilidad. De limpiar jaulas pasó a intervenir en operaciones quirúrgicas a los animales del laboratorio, donde tuvo la oportunidad de anestesiar, operar y, finalmente, trasplantar órganos a animales como perros, conejos y pollos. De manera encubierta, Naki se había convertido en técnico de laboratorio.

Se transformó en un cirujano excepcional a tal grado que Bernard lo requirió para su equipo. Esto era una afrenta para las leyes sudafricanas: Naki, negro, no podía operar pacientes ni tocar la sangre de los blancos, pero el hospital hizo una excepción para él y se convirtió en un cirujano, pero clandestino.

Era el mejor, daba clases a estudiantes blancos, pero ganaba el salario de un técnico de laboratorio que era lo máximo que el hospital podía pagar a un negro. Vivía en una casucha sin luz eléctrica en un gueto de la periferia.

Pero eso no le importó. Él siguió estudiando y dando lo mejor de sí pese a su discriminación. Cuando el apartheid terminó recibió, en el 2002, la orden de Mapungubwe, uno de los mayores honores de su país, por su contribución a la ciencia médica.

Hamilton Naki enseñó cirugía por 40 años. Nunca reclamó por las injusticias recibidas durante toda su vida. Pese a su clandestinidad y su discriminación jamás dejo de dar lo mejor de sí…su pasión por salvar vidas.

Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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