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www.emergencia.org.mx           Jun. 09, 2008    Boletín No. 576


 

 

 

 

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El príncipe destronado. Parte I

Tomado de hacer comunidad y del Meneghello Tratado

La mayoría de las parejas deciden tener un segundo hijo cuando el primero tiene entre dos y tres años. Los psicólogos consideran que esta diferencia de edad es la apropiada. Por un lado, el mayor ya no es un bebé (controla los esfínteres, camina perfectamente...), pero no se llevan tantos años como para no compartir juegos, horarios e, incluso, habitación.

Cuando ya se tiene un hijo, la primera preocupación ante un nuevo embarazo es la cuestión de los celos. Efectivamente, para los niños no siempre es fácil compartir a sus padres con "el recién llegado" ni adaptarse a los cambios que se van a producir; pero hay que hacerles ver la experiencia tan positiva que supone tener un hermano con quien podrá compartir en el futuro muchas vivencias, complicidades y afecto; una experiencia única que no podría vivir si el bebé no llegara.

La reacción de los hermanos mayores dependerá de su edad y de su nivel de desarrollo. Tanto pueden recibir a su hermanito con los brazos abiertos como adoptar una actitud negativa con las mentes y ganas cerradas a todo tipo de colaboración. Si es un niño muy pequeño (un año ó año y medio) es  poco lo que se puede hacer para prepararle por anticipado para los cambios que sobrevendrán después. Pero todos los primogénitos son "príncipes destronados" y todos sienten celos de su hermano pequeño. De la actitud de los padres dependerá que el choque emocional que supone la llegada de un hermano se convierta en algo pasajero.

A veces, el mero anuncio de que la familia va a crecer puede provocar ya cambios en el comportamiento del hermano, que quizás se muestre más nervioso, desobediente, malhumorado, agresivo o negativo, especialmente a la hora de comer y dormir. Tampoco es raro que su ansiedad se manifieste por la reaparición de conductas ya superadas, como volver a hacerse pipí en la cama, a chuparse el dedo o a pretender centrar toda la atención de la madre.

Normalmente, el problema de los celos es mayor cuanto más pequeño sea el hermano o cuanto más sobreprotegido esté, de modo que a partir de los cuatro o cinco años la adaptación no es tan difícil, pues a esa edad ya tienen normalmente cierta autonomía y son más independientes. Su capacidad para conseguir las cosas por sí mismos les permite tolerar mejor que otra persona ocupe el tiempo de sus padres; si, por el contrario, les necesitan para todo, será más difícil compartirlos con nadie. Cuando un niño es capaz de jugar y entretenerse solo o con sus compañeros, sin reclamar constantemente que la madre esté con él y no se le da siempre todo hecho, sino que poco a poco se le ha enseñado a ir superando las dificultades por sí mismo, tiene mucha más seguridad en sí mismo y es fácil que acepte bien la llegada de un hermanito.

La sobreprotección genera dependencia, inseguridad y, por tanto, celos, pero en el otro extremo, un niño infeliz, maltratado física o psicológicamente (y pretender educarles por medio de amenazas es una forma de maltrato), también será muy celoso, ya que difícilmente soportará la más mínima pérdida, dado lo precario de su situación. Debe dejar y no olvidar que al igual, que sus hermanos más pequeños, también necesita cariño y atención. Aunque no lo reclame ni lo ponga de manifiesto, tratar siempre de disponer de algún tiempo para estar a solas con él.

Continuará

Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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